jueves, 20 de octubre de 2016

LA CRISIS ECONÓMICA


Cada día, desde hace un año, encontramos más hombres y mujeres de nuestros barrios que se están quedando en paro. Nuestras hipotecas suben al ser revisadas. En nuestras calles los carteles de «se vende piso» o «casa» permanecen indefinidamente puestos en balcones y ventanas. Los precios del combustible se han disparado. El gas, el telé- fono, la luz, los alimentos… no dejan de subir. Pero, al mismo tiempo, oímos que no se deben incrementar los salarios, que como un río en cascada muchas empresas están reduciendo plantilla, que nuestra economía no va a crecer en los próximos años, que los Presupuestos Generales del Estado han de ser más restrictivos…



1. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Nos cuentan que estamos en crisis económica. Pero no nos cuentan con claridad las verdaderas causas que la provocan. Aunque sí que sufrimos las consecuencias. Parece que la crisis se extiende como una mancha de crudo y llena de «chapapote» el presente y futuro de las familias trabajadoras.

Según algunos analistas, esta crisis ha afectado a todos los sectores de nuestra economía y ha invertido la tendencia boyante de esta última década. Aunque ¿boyante para quién? Porque durante estos años de crecimiento económico, según estudios de Cáritas y otros informes,
el 20% de la población española se ha encontrado en situación de pobreza. A lo que habría que sumar el crecimiento de la precariedad laboral y la flexibilidad, especialmente entre los jóvenes, las
mujeres y los inmigrantes; la pérdida de poder adquisitivo en los salarios; la merma de derechos laborales; la creación de empleos baratos HOAC 3 y poco cualificados; el endeudamiento hasta la jubilación para comprar viviendas carísimas, etc. Eso sólo en España. Porque si miramos fuera de nuestras fronteras, hacia los países del Sur, la pregunta resuena con mayor dramatismo: ¿boyante para quién?

Eso sí, durante estos años muchas grandes y medianas empresas, multinacionales, importantes rentistas que invierten en bolsa y bancos españoles y extranjeros han ganado muchísimo dinero. Un ejemplo lo tenemos en las empresas inmobiliarias y en las constructoras. Vivíamos el tiempo de la gallina de los «ladrillos» de oro. Un periodo de ganar mucho en poco tiempo.

En esa época de bonanza económica parecía que la pobreza y la exclusión, la precariedad y la flexibilidad de grandes sectores del mundo obrero y del trabajo, de nuestros barrios, no existían. Vivíamos como si el lamento de los más débiles fuera ahogado por el estruendo de los grandes centros comerciales. ¡Qué contento estaba el Gobierno! ¡Qué contentos los empresarios y los banqueros! ¡Qué contentos los sectores más acomodados de nuestra sociedad y del mundo del
trabajo! Todos dentro de una carrera de consumo «necesaria» para seguir produciendo y creciendo en esta «economía boyante». Era como si nuestros niveles de bienestar adormecieran nuestros niveles
de conciencia.

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